LOS CAUDILLOS, LA ERA DE RIVADAVIA Y LA ÉPOCA DE ROSAS

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LOS CAUDILLOS

En realidad, la figura del caudillo ya existía en la sociedad colonial y descansaba fundamentalmente en la existencia de relaciones patrón-cliente y en el establecimiento de lazos de fidelidad y lealtades personales a cambio de seguridad y determinadas prebendas. El historiador inglés John Lynch considera que el surgimiento del caudillismo se apoyó en una base conformada por la inexistencia de reglas formales; la competencia política dirimida a través de conflictos armados; y una sociedad bipolar de terratenientes y peones, entrelazados por relaciones clientelares. En ese estado, el personalismo reemplazó a la ley, la violencia se tornó la forma aceptable de dirimir conflictos políticos, pero la estructura social se mantuvo inalterable, protegida por el caudillo. La principal diferencia con el pasado está en que los caudillos coloniales no tenían una sociedad militarizada, lo contrario de lo ocurrido tras las guerras civiles y de independencia. La ruralización y militarización constituyeron a los caudillos en protagonistas típicos de la Argentina del siglo XIX. Al mismo tiempo, la inestabilidad política y el debilitamiento del poder central revalorizaron su figura, convertidos por las circunstancias en los principales garantes del orden y de la cohesión social a escala local o regional. La figura del caudillo se manifestó al margen de las opciones políticas o ideológicas de la época, sean federales o unitarios, liberales o conservadores.

¿CUÁLES SON LAS CONDICIONES PARA SER UN CAUDILLO?

Resulta casi imposible establecer una regla precisa para ser un caudillo. Sin embargo, existen algunas características:

  • Tener una base económica sustentable: por más que se le atribuya a los caudillos una imagen gauchesca de corte popular, muchos de ellos poseían amplias propiedades y solían realizar un trabajo incipiente de hacendado. Esto implicaba un caudal económico básico para el mantenimiento de la propia hacienda y de la reinversión.
  • Tener hombres para formar la tropa: desde ya que una condición indispensable para ser un caudillo era tener un peonaje dispuesto a enfrentarse en el campo de batalla y defender la causa del federalismo o del patrón.
  • Tener el apoyo popular: Pese a que no existen demasiadas investigaciones sobre la relación entre la montonera y el caudillo propiamente dicho, suele explicarse esta relación como clientelismo, aunque muchas veces esta idea traiga aparejada un sesgo de tipo ideológico.

ERA DE RIVADAVIA (1820-1829)
A partir de 1819 en el país se fueron definiendo claramente dos tendencias políticas: los federales, partidarios de las autonomías provinciales, y los unitarios, partidarios del poder central de Buenos Aires. Estas disputas políticas desembocaron en una larga guerra civil cuyo primer episodio fue la batalla de Cepeda en febrero de 1820, cuando los caudillos federales de Santa Fe, Estanislao López, y de Entre Ríos, Francisco Ramírez, derrocaron al directorio. A partir de entonces, cada provincia se gobernó por su cuenta. La principal beneficiada por la situación fue  Buenos Aires, la provincia más rica, que retuvo para sí las rentas de la Aduana y los negocios del puerto.

ÉPOCA DE ROSAS (1829-1852)
En 1829 uno de los estancieros más poderosos de la provincia, Juan Manuel de Rosas, asumió la gobernación de Buenos Aires y ejerció una enorme influencia sobre todo el país. A partir de entonces y hasta su caída en 1852, retuvo el poder en forma autoritaria, persiguiendo duramente a sus opositores y censurando a la prensa, aunque contando con el apoyo de amplios sectores del pueblo y de las clases altas porteñas. Durante el rosismo creció enormemente la actividad ganadera bonaerense, las exportaciones y algunas industrias del interior que fueron protegidas gracias a la Ley de Aduanas. Rosas se opuso a la organización nacional y a la sanción de una constitución, porque ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras al resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña.

BIOGRAFÍA DE FACUNDO QUIROGA EL TIGRE DE LOS LLANOS

Juan Facundo Quiroga

(La Rioja, 1788 – Barranca Yaco, 1835) Caudillo federalista argentino, destacado protagonista de los sangrientos conflictos civiles entre federalistas y unitarios que caracterizaron las primeras décadas de la Argentina independiente. Al presentarlo como encarnación de la barbarie en su ensayo novelado Facundo o Civilización y Barbarie (1845), obra ya clásica de las letras argentinas, el escritor Domingo Faustino Sarmiento asentó una valoración negativa de la figura de Quiroga. No obstante, suele olvidarse que «el Tigre de los Llanos», apodo por el que llegó a ser conocido, fue uno de los pocos que acudieron a despedir al presidente Bernardino Rivadavia cuando éste marchó al exilio en 1827, además de ofrecerle dinero y sus servicios. En algunas ocasiones Quiroga se lamentó de sus errores y de haber desconocido la Constitución de 1826 por sugerencias interesadas de Buenos Aires.


Juan Facundo Quiroga

Juan Facundo Quiroga reveló desde niño una audacia y temeridad notables. En 1806 sus padres lo enviaron a Chile con un cargamento de granos y el joven Facundo se jugó el producto de la venta y lo perdió; trabajó luego como peón en una estancia en Plumerillo. Cuando en mayo de 1810 tuvieron lugar los decisivos sucesos que pusieron en marcha el proceso de emancipación en Argentina (cese del virrey y constitución de una Junta de Gobierno, fiel en teoría al depuesto monarca español Fernando VII), Juan Facundo Quiroga se encontraba en Buenos Aires. Allí fue enrolado en el regimiento de Arribeños; tenía condiciones para el mando, pero no para someterse a la rígida disciplina militar, por lo que desertó.

En 1816, el Congreso de Tucumán proclamó la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, embrión de la futura República Argentina. Desde ese año y hasta 1818 Facundo Quiroga se desempeñó como capitán de milicias adiestrando reclutas, capturando desertores, organizando milicianos para los ejércitos de la patria y participando en algunas acciones contra los españoles que le depararon un notable prestigio. Por esos años empezaron a manifestarse las disensiones entre federalistas y unitarios, que pronto darían paso a una sucesión de conflictos civiles que sumieron al país en el caos.

Facundo Quiroga se alineó con los federalistas y desde su provincia natal, La Rioja, volvió a mostrar su audacia deponiendo al gobernador Francisco Ortiz de Ocampo, a quien reemplazó por Nicolás Dávila; pero cuando, en 1823, Dávila se negó a renunciar según lo dispuesto por la Sala de Representantes, Facundo Quiroga se hizo con el poder. Aunque oficialmente tan sólo ostentó el cargo de gobernador de La Rioja durante dos meses, a partir de entonces dominó la escena política de su provincia e incluso de las aledañas.

Quiroga ordenó no enviar tropas a la guerra con Brasil, desconoció leyes dictadas por el gobierno de Buenos Aires y se enfrentó abiertamente a los unitarios. Derrotó al general unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid en dos ocasiones: primero en Tala (1826) y más tarde en Rincón (1827). El también general unitario José María Paz lo venció en Oncativo (1830), pero, auxiliado por el caudillo federalista Juan Manuel de Rosas, Quiroga rearmó su ejército y terminó por imponerse en el norte y en la región andina en 1831.

Tras la victoria, el caudillo se alejó de la política y residió en Buenos Aires desde 1833 hasta finales de 1834, cuando, por encargo de Juan Manuel de Rosas, aceptó mediar en un conflicto entre las provincias de Tucumán y Salta. En 1835, tras entrevistarse con los representantes de ambos bandos en Santiago de Estero y concertar un acuerdo de paz, inició un viaje sin retorno: al pasar por Barranca Yaco (Córdoba), fue muerto por una partida encabezada por Santos Pérez.