LOS CAUDILLOS

¿QUIENES ERAN LOS CAUDILLOS?

Los Caudillos eran personas importantes, educadas, poseían mucho dinero y generalmente provenientes de una familia de renombre. La mayoría de ellos eran terratenientes que se habían destacado en la defensa de las fronteras, en la lucha contra el indio o participando en las luchas por la independencia. La lucha contra el indio importó distintos logros para los valores de los propietarios de entonces: la protección de la sociedad blanca y de la propiedad, la conquista de nuevas tierras y la consolidación de un poder militar capaz de demostrar su importancia en la región.

Los caudillos federales más destacados fueron José Gervasio Artigas, de la Banda Oriental, Bernabé Aráoz, de Tucumán, Martín Miguel de Güemes, de Salta, Estanislao López, de Santa Fe, Francisco Ramírez, de Entre Ríos, Juan Bautista Bustos, de Córdoba, Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, Facundo Quiroga, de La Rioja, Juan Manuel de Rosas, de Buenos Aires, y Justo José de Urquiza, de Entre Ríos.

¿Quiénes fueron los unitarios?

Los unitarios defendían una ideología liberal, que estaba influenciada por el liberalismo británico de principios del siglo XIX.

Este grupo estaba liderado por intelectuales, comerciantes y militares porteños y por algunos miembros de las élites de las provincias del interior del país.

En el terreno político, los unitarios defendían la instauración de un gobierno central con amplios poderes, que pudiera imponer su autoridad sobre las provincias. En el campo económico, defendían la propiedad privada, el libre comercio y la llegada de inversiones extranjeras.

Características de los unitarios

Entre las principales características de los unitarios se encuentran:

  • Su impulsor fue Bernardino Rivadavia, que el primer presidente argentino, entre 1826 y 1827. Otros líderes destacados fueron el general Juan Lavalle, el general José María Pazy el general Gregorio Aráoz de Lamadrid.
  • Tomaban como modelo a Gran Bretañay a la Francia napoleónica.
  • Promovían el centralismo políticoy el liberalismo económico.
  • Rechazaban la autonomía de las provincias. Sostenían que estas debían someterse a la autoridad delgobierno nacional.
  • En líneas generales, sus líderes eran miembros de las élites intelectuales, políticas y económicas, con poco arraigo en los sectores populares.
  • Impulsaron la sanción de lasconstituciones de 1819 y 1826, que fueron rechazadas por la mayoría de las provincias.
  • Utilizaban el azul celeste y el blanco como colores que identificaban a sus uniformes y banderas.

¿Quiénes fueron los federales?

Los federales defendían una forma de organización política que asegurara la coexistencia entre provincias autónomas y un gobierno central con facultades limitadas. Tomaban como modelo el federalismo de los Estados Unidos de América.

El impulsor de este grupo fue el caudillo oriental José Gervasio Artigas, quien en 1815 fundó la Liga Federal o de los Pueblos Libres, que se enfrentó al Directorio porteño. Entre sus lugartenientes estaban los gobernadores de Entre Ríos, Francisco Ramírez, y de Santa Fe, Estanislao López.

Luego de la derrota de Artigas a manos de los portugueses, López y Ramírez encabezaron la lucha contra el centralismo porteño y derrocaron al Directorio tras la batalla de Cepeda, en 1820.

La posterior firma del Tratado del Pilar consagró la paz entre Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, y el compromiso de adoptar la forma federal de gobierno.

Características de los federales

Los rasgos que caracterizaban a los federales eran los siguientes:

  • Sus principales impulsores fueron Artigas,Manuel Dorrego, Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga y Justo José de Urquiza.
  • La mayoría de ellos defendían el establecimiento de una forma de gobierno republicana, representativay  Otros, Rosas entre ellos, preferían el modelo de la Confederación de los Estados Unidos que estuvo vigente entre 1781 y 1789. La Confederación era una forma de unión laxa entre Estados autónomos en la que no había ni autoridades ni leyes nacionales.
  • Promovían un proteccionismo económico, que limitara el ingreso de mercaderías extranjeras y que protegiera las producciones locales mediante la imposición de aranceles a las importaciones.
  • Sus líderes eran caudillos localescarismáticos que tenían gran arraigo y prestigio entre los sectores populares rurales, integrados por peones de estancias, gauchos libres y libertos. Estos jefes federales defendían la idea de que cada provincia debía tener gobierno, leyes y estilo de vida propios.
  • Salvo Rosas, defendían la libre navegaciónde los ríos interiores por buques extranjeros.
  • Impulsaron la firma del Tratado del Pilar, el Tratado del Cuadriláteroy el Pacto Federal que, junto con el Acuerdo de San Nicolás, fueron los principales antecedentes de la Constitución Nacional, sancionada en 1853.
  • Utilizaban el color rojo en sus banderas, escudos y en prendas de vestir.

Diferencias entre unitarios y federales

Al comparar las ideas que defendían unitarios y federales, se pueden resaltar las siguientes diferencias:

Unitarios Federales
Gobierno centralizado con amplios poderes. Convivencia entre un gobierno central con facultades limitadas y provincias autónomas.
Liberalismo económico. Proteccionismo.
Impuestos recaudados por el Gobierno central. Impuestos recaudados por el Gobierno central y los gobiernos de las provincias.
Tomaban como modelo a Gran Bretaña y a la Francia napoleónica. Tomaban como modelo el federalismo de los Estados Unidos de América.

Las diferencias entre unitarios y federales dieron origen a dos guerras civiles:

  • La primera tuvo lugar entre 18291831, y enfrentó a la Liga Unitaria contra la Liga del Litoral, también conocida como Liga Federal. Concluyó con la captura del general Paz, la derrota de los unitarios y la adhesión de todas las provincias al Pacto Federal, firmado por Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes, en 1831.
  • La segunda se desarrolló entre 18391841, y enfrentó a Rosas y sus aliados contra la Coalición del Norte, formada por Tomás Brizuela y Marco Avellaneda, y apoyada por las fuerzas de Lavalle, Lamadrid y una flota francesa que bloqueaba el Río de la Plata. Finalizó con un triunfo contundente de los federales y significó la consolidación de Rosas como jefe indiscutido de la Confederación Argentina. El poder de Rosas perduró hasta 1851, cuando su ex aliado Urquiza se pronunció en su contra, reunió un ejército integrado por tropas de Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y Brasil y lo derrotó en la batalla de Caseros, en febrero de 1852. Tras el derrocamiento de Rosas, la Confederación Argentina sancionó la Constitución de 1853, que adoptó la forma de gobierno federal, pero atenuada por un fuerte presidencialismo, que aseguró el predominio del gobierno central sobre las provincias.

CREACIÓN DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

En un principio, el inmenso territorio americano controlado por los españoles se dividió en dos jurisdicciones llamadas virreinatos: el de Nueva España, creado en 1535, y el del Perú, fundado en 1542; y dos Capitanías Generales, la de Yucatán (creada en 1565) y la de Nueva Granada (1564).

Pero los territorios a administrar seguían siendo muy extensos y difíciles de controlar y la Corona española decidió subdividirlos y crear nuevos virreinatos y capitanías. Así, la Capitanía de Nueva Granada se transformó en Virreinato; se creó el Virreinato del Río de la Plata (1776) y las Capitanías de Chile, Cuba, Venezuela y Guatemala. Los virreyes eran los representantes directos del Rey en América y eran los funcionarios más poderosos en estas tierras. En un principio su nombramiento era vitalicio, pero cuando la Corona notó que se volvían un tanto independientes y ambiciosos, les redujo el mandato a un período que iba de tres a cinco años, según los casos. Cuando terminaban su gobierno debían someterse al “Juicio de residencia”, en el que la Corona evaluaba la actuación del virrey y, sobre todo, si se había enriquecido injustificadamente durante su gestión.
Los virreinatos estaban a su vez divididos en gobernaciones, intendencias y municipios. Dentro de los municipios la institución más importante eran los cabildos, que se encargaban del gobierno y la administración de las ciudades y sus alrededores.
Cuando la situación lo requería podía convocarse a un «Cabildo Abierto» al que podían concurrir, como decían las invitaciones de la época «la parte más sana y principal de la población», es decir los vecinos propietarios.

El poder judicial estaba representado por la Audiencia y a su cargo estaban los «oidores» que ejercían la justicia civil y criminal.

Para enfrentar el contrabando, controlar mas poderosamente el Atlántico Sur y aprovechando que Inglaterra estaba ocupada en la guerra de Independencia de sus colonias del Norte, el Rey Carlos III de España decidió crear el Virreinato del Rio de la Plata con capital en Buenos Aires en 1776.

El primer virrey de estas tierras fue Don Pedro de Cevallos, un experimentado jefe militar español que había sido gobernador de Buenos Aires.

A Cevallos le tocaba gobernar un extenso territorio. El virreinato ocupaba el espacio de las actuales Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay y parte de Chile. En 1782 la Corona española decidió dividirlo en ocho intendencias La Paz, Cochabamba, Charcas, Potosí, Paraguay, Salta del Tucumán, Córdoba del Tucumán y Buenos Aires, y cuatro gobiernos subordinados a la autoridad directa del virrey, Montevideo, Misiones, Chiquitos y Moxos.

La inclusión del Alto Perú con las minas de Potosí garantizó los recursos necesarios para sostener a la nueva estructura administrativa y empeoró aún más las tradicionalmente malas relaciones entre Buenos Aires y Lima.

España impuso un rígido sistema comercial a sus dominios en America, conocido como el monopolio, según el cual las colonias solo podían comerciar a través suyo. El problema era que España no era un potencia industrial ni mucho menos y no estaba en condiciones de abastecer y comprar a su vez, todos los productos que producía América. Por lo tanto, se fue transformando en una intermediaria entre los productores y consumidores ingleses o franceses y los productores y consumidores americanos.

Era una situación injusta que provoco distintas consecuencias. Por un lado el desarrollo del contrabando, es decir la entrada y salida de mercaderías por puertos clandestinos para no pagar derechos de aduana. Por otra parte fue generando mucho descontento, sobre todo en Buenos Aires, y fomentando las ideas partidarias de terminar con el monopolio y el fomento del libre comercio. Dentro del enorme territorio del virreinato del Río de la Plata, convivían regiones muy diferentes con situaciones culturales, sociales y económicas muy distintas. Esto tendría  consecuencias muy importantes para nuestro futuro como país.
Buenos Aires era la zona mas rica. Las principales actividades eran la ganadería y el comercio. Los grandes campos de Buenos Aires fueron un excelente criadero natural para las vacas y caballos dejados por Don Pedro de Mendoza allá por 1536. Desde entonces no pararon de reproducirse y para la época del virreinato resultaron ser la principal riqueza de la zona. El cuero, el sebo y el tasajo (grasa salada que se usaba para alimentar a los esclavos de EEUU y Brasil) se exportaban a muy buen precio enriqueciendo a los estancieros de Buenos Aires. La capital disfrutaba del privilegio de tener el puerto y la Aduana, la principal fuente de recursos.

El litoral competía con Buenos Aires en la producción ganadera pero estaba en desventaja por que no tenía puertos habilitados al comercio internacional.

En el interior se fueron desarrollando pequeñas industrias y artesanías en las que se fabricaban vinos, licores y aguardientes (Mendoza y San Juan), ponchos y tejidos (Catamarca, La Rioja), carretas (Tucumán, Córdoba y Salta) yerba mate y tabaco (Corrientes y Misiones). Estas pequeñas industrias no podían competir con la gran industria inglesa. A estas regiones el sistema de monopolio les daba cierta protección.

La industria fue el sector de la economía americana menos favorecido por el gobierno de la metrópoli. Hay que tener en cuenta que América constituía el principal mercado consumidor de las manufacturas españolas y que por ello, tanto la Corona como los propios fabricantes y comerciantes, estaban interesados en impedir el establecimiento de manufacturas en las colonias.
Su objetivo era evitar a toda costa que la demanda de productos españoles decayera. Una ordenanza real establecía lo siguiente: «Su Majestad no puede permitir que se multipliquen o aumenten ni aún que subsistan dichos establecimientos fabriles. Lo estima contrario al bien y a la felicidad de todos sus vasallos y dominios y recela que acostumbrados sus vasallos a los calores y trabajos de dichos rehusaran después volver a las minas de oro y plata y al cultivo de los preciosos frutos y efectos de esos reinos que tienen seguro consumo en esta península.

Así que quiere S. M. de V. E. se dedique con todo celo ,y la preferencia correspondiente a examinar cuántos y cuáles son los establecimientos de fábricas y manufacturas que se hallan en todo el distrito de su mando, y a procurar la destrucción de ellos por los medios que estime más conveniente..»

A Cevallos lo sucedió el mexicano Juan José de Vértiz. Vértiz mandó a hacer el primer censo de la población de Buenos Aires en 1778. La ciudad tenía 24.754 habitantes y la campaña 12.925.

El nuevo virrey advirtió que Buenos Aires era una ciudad muy descuidada, mal iluminada y aburrida y decidió transformarla. Creo un sistema de alumbrado publico en base a mecheros alimentados a grasa de potro que luego fueron reemplazados por velas de sebo. Los faroles eran mantenidos por los serenos, simpáticos personajes que además anunciaban la hora. Vértiz hizo empedrar las calles .Se ocupó de la provisión del agua. Fundó un teatro de comedias, un hogar para chicos huérfanos (la casa de los Niños Expósitos) donde instalo una moderna imprenta, un hospital para mendigos, el Real Colegio de San Carlos (actual nacional Buenos Aires) organizo la policía y fundo varios pueblos en la provincia de Buenos Aires.

Las diversiones del Buenos Aires de entonces no eran demasiadas. Convocaban por igual a ricos y pobres las corridas de toros. En 1791 el virrey Arredondo inauguró la pequeña plaza de toros de Monserrat (ubicada en la actual manzana de 9 de julio y Belgrano) con una capacidad para unas dos mil personas. Pero fue quedando chica, así que fue demolida y se construyó una nueva plaza para 10.000 personas en el Retiro en la que alguna vez supo torear don Juan Lavalle.

El pato, las riñas de gallo, las cinchadas y las carreras de caballo eran las diversiones de los suburbios orilleros a las que de tanto en tanto concurrían los habitantes del centro. Allí podían escucharse los «cielitos», que eran verdaderos alegatos cantados sobre la situación política y social de la época.

Las damas también gustaban de las corridas de toros pero preferían el teatro, la Opera y las veladas, que eran reuniones literarias y musicales realizadas en las casas. Eran la ocasión ideal para conseguir novio.

Una vez a la semana «la parte más sana del vecindario», como definía el cabildo a sus miembros, es decir los propietarios porteños, concurría al teatro para asistir a paquetas veladas de ópera y a disfrutar de las obras de teatro de Lavardén. Desde que la inaugurara el Virrey Vértiz en 1783, la Casa de Comedias, conocida como el Teatro de la Ranchería, se transformó en el centro de la actividad lírica y teatral de Buenos Aires hasta su incendio en 1792. En 1810 pudo reabrirse el Coliseo Provisional de Comedias dando un nuevo impulso al arte dramático.

Apenas siete años después de la segunda fundación de Buenos Aires, en 1587, se produjo el primer desembarque de africanos esclavos en Buenos Aires. Las travesías del Atlántico eran terribles. Viajaban amontonados sin las más mínimas condiciones sanitarias, mal alimentados y sometidos a la brutalidad de los traficantes.

Buenos Aires era una especie de centro distribuidor de esclavos. Desde aquí se los vendía y se los llevaba a los distintos puntos del virreinato. En Buenos Aires a los esclavos negros se los ocupaba sobre todo en las tareas domesticas como sirvientes en las casas de las familias más adineradas.

A pesar de la esclavitud, los negros de Buenos Aires y Montevideo no perdieron sus ganas de vivir e hicieron oír sus candombes y milongas y aportaron palabras a nuestro vocabulario como mucama, mandinga (el diablo) y tango. En 1782 la Corona española decide dividir el extenso territorio del Virreinato del Río de la Plata en ocho intendencias: La Paz, Cochabamba, Charcas, Potosí, Paraguay, Salta del Tucumán, Córdoba del Tucumán y Buenos Aires, y cuatro gobiernos subordinados a la autoridad directa del virrey, Montevideo, Misiones, Chiquitos y Moxos. En el año 1794, durante el virreinato de Arredondo, se creó el Consulado, un organismo destinado a organizar la vida económica de la Colonia. Controlaba a los comerciantes para que no aumentaran injustificadamente sus precios y para que no engañaran a sus clientes con los pesos y medidas de sus mercaderías. Su primer secretario fue un joven criollo que había estudiado en Europa las más modernas teorías económicas, Manuel Belgrano, quien en los informes anuales del consulado aconsejara a las autoridades fomentar la industria y las artes productivas.
«No puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombres nombrados por el Rey para el Consulado. Todos eran comerciantes españoles, exceptuando uno que otro, nada sabían más que su comercio monopolista, a saber: comprar por cuatro para vender con toda seguridad a ocho.»

Belgrano se refería así a sus colegas del Consulado que portaban apellidos como Anchorena, Martínez de Hoz, Arana, Agüero, Ramos Mejía y Alzaga, en su mayoría comerciantes monopolistas que defendían ante todo sus intereses personales que eran los de sus compatriotas residentes en Cádiz, a quienes en muchos casos representaban.

Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán reflejadas en sus informes en los que tratará por todos los medios de fomentar la industria y modificar el modelo de producción vigente.

Atento al avance de estas ideas, hacia 1799 el virrey Avilés publicó un bando en el que anunciaba graves castigos a todos aquellos que «…se procuraran lecturas prohibidas», pues estaba informado «…de haberse introducido papeles extranjeros con relaciones odiosas de insurrecciones, revoluciones y trastornos de los gobiernos establecidos y admitidos.»

Sin embargo, durante el virreinato de Joaquín del Pino comenzó a publicarse en Buenos Aires el primer periódico de nuestra historia: el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiogràfico del Río de la Plata. A través de sus páginas, sus editores, entre los que estaban Manuel Belgrano, trataban de difundir las nuevas ideas económicas y políticas. Pero, el Virrey, molesto por el contenido político de la publicación y por la gran influencia que fue adquiriendo, decidió clausurar el Telégrafo el 17 de octubre de 1802. Al año siguiente Hipólito Vieytes y Manuel Belgrano publican el Semanario de agricultura, industria y Comercio. En uno de sus primeros números decía:

«Si se tiende la vista por la vasta extensión de nuestras campañas, al instante se presenta la triste situación del labrador, éste, aunque dueño absoluto de una porción de tierra, capaz en otras tierras de mantener a un potentado, vive de ella escasamente y se halla sin recursos y sin auxilios para hacerla producir. Desconoce enteramente todo género de industria; labra solamente aquella porción que considera necesaria para su sustento, y lo que es peor, desconoce enteramente aquel deseo que nace con los hombres de aumentar sus comodidades y sus bienes.» La Invasiones inglesas de 1806 y 1807 conmovieron profundamente la estructura del Virreinato. En Buenos Aires crecieron las diferencias entre los españoles partidarios del monopolio y los criollos favorables al libre comercio. La formación de las milicias había aumentado el poder de los estos últimos y su inserción en la política. Tras la derrota de los invasores, el Cabildo, ante el desprestigio de Sobremonte, nombró a Liniers Virrey interino. Sobremonte, desconoció el nombramiento y, según su costumbre vuelve a huir, esta vez a Montevideo.Al producirse la invasión napoleónica a España, el gobernador de Montevideo, Javier de Elío solicitó la renuncia de Liniers por su condición de francés. Lo acusó además, de ser un agente de Napoleón. Liniers le pidió que presentara pruebas, pero Elío se negó a reconocer su autoridad y formó una junta de gobierno independiente de Buenos Aires. Los comerciantes y milicianos españoles encabezados por Alzaga se oponían a Liniers, supuestamente por su condición de francés y quisieron aprovechar las elecciones del Cabildo del 1° de enero de 1809 organizando un motín para desplazar al virrey.
Pero Liniers fue defendido por las milicias criollas que lograron frenar la protesta. Las milicias españolas fueron desarmadas y disueltas. Los dirigentes de esta «asonada» como se la llamó fueron detenidos y enviados a Patagones. Poco después serían rescatados por Elío y llevados a Montevideo.

Para aplacar los ánimos, la junta de Sevilla decidió poner fin al interinato de Liniers y enviar al Plata un nuevo Virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Cisneros trató de adoptar una actitud conciliadora. Disolvió la Junta de Montevideo pero confirmó a Elío como gobernador. A las milicias españolas se les restituyeron las armas.

El nuevo virrey, apodado «el sordo» tuvo sin embargo que escuchar los informes que venían del Alto Perú y le anunciaban que en las ciudades de Chuquisaca y La Paz en mayo de 1809, se estaban produciendo movimientos revolucionarios.

Una proclama de los rebeldes, entre los que se destaca el joven Bernardo de Monteagudo, decía: » Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez. Ya es tiempo de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía».

Cisneros ordenó una cruel represión que provocó centenares de muertos en la «ciudad de los tres nombres», Charcas, Chuquisaca o La Plata.

Ante la posibilidad de que estos sucesos se repitan, y «En mérito a haber llegado la noticia de que en estos dominios se iba propagando cierta clase de hombres malignos y perjudiciales, afectos a ideas subversivas que propenden a trastornar y alterar el ordenpúblico y gobierno establecido», el Virrey decidió crear un «Juzgado de Vigilancia Política», destinado a perseguir » a los que promuevan o sostengan las detestables máximas del partido francés y cualquier otro sistema contrario a la conservación de estos dominios en unión y dependencia de esta metrópoli.»

La situación del virreinato era complicada. El comercio estaba paralizado por la guerra entre España y Napoleón que provocaba una enorme disminución de las rentas aduaneras de Buenos Aires, principal fuente de recursos.

Un joven y talentoso abogado, asesor del Cabildo, presenta un alegato contra el monopolio comercial español «La representación de los hacendados». Allí, Mariano Moreno solicita, entre otras cosas, la libertad de comercio entre los productores locales y los comerciantes británicos.

Ante la desesperante escasez de recursos, el nuevo virrey toma una medida extrema, aún contra la oposición del consulado: aprueba un reglamento provisorio de libre comercio que ponía fin a siglos de monopolio español y autorizaba el comercio con los ingleses

Las noticias sobre la situación en España llegaban por barco con dos o tres meses de atraso y muchas veces la imaginación popular reemplazaba la falta de informaciones con rumores y fantasías, alterando el clima tranquilo y aburrido del virreinato. «Fernando había sido asesinado», «Napoleón se rindió» «Volvió Fernando», «Cayó la Junta de Sevilla» Todo era posible hasta que llegaran las confirmaciones o las desmentidas del caso.

El 14 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires el buque inglés Misletoe con periódicos ingleses con alcance al 24 de febrero en los que se daba cuenta de la caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español, en manos de las tropas napoleónicas.

El virrey Cisneros tuvo que reconocer la nueva situación y publicar un bando el día 18 en el que pedía que «todo quedara como hasta entonces para evitar días tormentosos». Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 llovió fuerte sobre Buenos Aires.

los virreyes del Rio de la Plata

Pedro de Cevallos 1776-1778

Juan José Vertiz 1778-1784

Nicolás del Campo 1784-1789

Nicolás de Arredondo 1789-1795

Pedro Melo de Portugal 1795-1797

Antonio Olaguer y Feliú 1797-1799

Gabriel de Avilés 1799-1801

Joaquín del Pino 1801-1804

Rafael de Sobremonte 1804-1806

Santiago de Liniers 1807-1809

Baltasar Hidalgo de Cisneros 1809-1810

MASA Y PESO

TEMA: MASA Y PESO

Actividades:

  • Observar los siguientes videos.

 

 

  • Escribe los conceptos de Masa y Peso. Utiliza la información de los videos y del diccionario..
  • Se leerán los textos marcando las ideas principales de los mismos (el texto está al final de la publicación)
  • Responde a las siguientes situaciones problemáticas:

a.-Si viajaras a la luna cuál sería tu peso. ¿Por qué se produce este efecto?

b.-Si llevas a Marte dos mochilas y una posee mayor volumen que la otra. ¿Tiene menos o mayor masa? ¿Qué pasará con el peso de una respecto de la otra.

  • Se contrastarán las respuestas y se realizará un afiche en el que deberán estar reflejados los conceptos con sus respectivos ejemplos.

VIDA Y PRESIDENCIA DE BERNARDINO RIVADAVIA

Bernardino Rivadavia, el primer presidente argentino, nació en Buenos Aires el 20 de mayo de 1780. Inició sus estudios en el Colegio de San Carlos en 1798 donde cursó gramática, filosofía y teología, pero no se graduó en ninguna de estas materias, abandonando los estudios en 1803.

Durante las invasiones inglesas. Se incorporó a las milicias con el grado de Capitán en el cuerpo de «gallegos» donde tuvo una destacada actuación. El 14 de agosto de 1809, a los 29 años se casó con una joven muy distinguida de la sociedad porteña: Juana del Pino y Vera Mujica, hija del octavo virrey del Río de la Plata, Joaquín del Pino. El matrimonio Rivadavia se muda a la calle Defensa 453 donde nacerán sus cuatro hijos: José Joaquín Benito, Constancia, que morirá a los cuatro años, Bernardino Donato y Martín.

Rivadavia participó del Cabildo Abierto del 22 de Mayo y votó contra la continuidad del virrey. Pero no tuvo un rol protagónico en los sucesos de mayo. En el enfrentamiento entre saavedristas y morenistas, tomó partido por estos últimos. Cuando tras meses de enfrentamientos el 22 de setiembre de 1811 fue creado el primer Triunvirato, integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea; Rivadavia fue nombrado Secretario de Gobierno y Guerra. En el Triunvirato la personalidad política de Rivadavia se impuso desde el primer momento y se tornó protagónica. No pocos compararon al triunvirato con los tres mosqueteros, que en realidad eran cuatro y el cuarto resultaba ser el más influyente de todos.

Sancionó e hizo jurar el 19 de diciembre de 1811, el Estatuto, por el cual el Triunvirato se transformaba en la autoridad máxima, disolviendo la Junta Grande. Esto provocó un gran descontento en el interior y le dio un carácter autoritario al Triunvirato. La llegada de San Martín y Alvear a Buenos Aires, en 1812, y la creación de la Logia Lautaro, se convirtieron en un escollo para el poder de Rivadavia, al que se sumaría la palabra y la acción de Bernardo de Monteagudo desde de la Sociedad Patriótica. Todos estos elementos, sumados a las sucesivas derrotas militares sufridas por los ejércitos patriotas, precipitaron los acontecimientos y provocaron la “revolución” del 8 de octubre de 1812, el primer golpe de Estado de la historia argentina. Ese día, las tropas de San Martín y otros cuerpos militares, se hicieron eco del descontento popular y derrocaron al primer Triunvirato, reemplazándolo por otro, afín a las ideas de la Logia y la Sociedad Patriótica, compuesto por Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso y Antonio Alvarez Jonte.

Tras esta derrota, Rivadavia desapareció por dos años de la escena política, hasta que el Director Supremo, Gervasio Posadas, le encargó en 1814 junto a Manuel Belgrano una misión diplomática en Europa, con el objeto de obtener apoyos para la revolución. El fracaso de la misión fue rotundo. Belgrano regresó en 1816, pero Rivadavia permaneció en Londres hasta 1820.

Tras el tumultuoso año 20 y la caída de las autoridades nacionales, Martín Rodríguez fue nombrado, en abril de 1821, gobernador titular de Buenos Aires con «facultades extraordinarias sin límite de duración», «protector de todos los derechos y conservador de todas las garantías», designó a Bernardino Rivadavia como Ministro de Gobierno, un cargo muy importante equivalente al de un Primer Ministro actual .

El ministro Rivadavia llevó adelante una serie de reformas que intentaron modificar la estructura del Estado bonaerense y hasta la relación de éste con el poder eclesiástico.

En noviembre de 1821 se dictó una ley de olvido para promover la pacificación que permitió el retorno de desterrados como Alvear, Sarratea, Soler, Dorrego y Pagola.

También lanzó una reforma eclesiástica que le traería graves problemas. Suprimió los fueros eclesiásticos, que permitían a las órdenes monásticas tener sus propias cortes de justicia; confiscó las propiedades de las órdenes religiosas y creó instituciones que competían en áreas de poder e influencia que había sido patrimonio de la Iglesia: fundó la Universidad de Buenos Aires, la Sociedad de beneficencia y el Colegio de Ciencias Morales.

Entre los bienes eclesiásticos expropiados figuraba el santuario de la Virgen de Lujan porque. «el gobierno, para velar por el cumplimiento del principio de que las instituciones piadosas están obligadas a rendir a algún servicio público que contribuya a la comodidad o al sostén de la moral, y en todo caso al progreso del país que las adopta; procedió a instruirse de cuál era el objeto y servicio del santuario llamado de Luján, cuál era el estado de sus bienes y rentas y cuál su administración. Lo que ha resultado, comprobado es, que no rinde servicio alguno, y que no tiene más objeto que el culto de una imagen.»

Rivadavia suprimió los Cabildos, último resabio de la organización política colonial, y estableció una novedosa ley electoral que incluía el sufragio universal, con las limitaciones propias de la época. La nueva ley establecía que tenían derecho al voto todos los hombres libres nativos del país o avecindados en él mayores de 20 años, pero sólo podían ser elegidos para los cargos públicos los ciudadanos mayores de 25 «que poseyeran alguna propiedad inmueble o industrial».

Manuel Dorrrego tuvo una importante participación en los debates sobre la ley electoral, entre otras cosas dijo entonces:

Por iniciativa de Rivadavia, el gobierno contrató en 1824, un empréstito con la firma inglesa Baring Brothers por un millón de Libras.

El empréstito se contrataba con el objetivo de crear pueblos en la frontera con el “indio”, fundar un Banco, construir una red de agua y un puerto. Los gestores fueron: Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson y en su conjunto se llevaron 120.000 Libras del monto total del crédito en carácter de comisión

Descontadas las comisiones de los seis gestores, dos de los cuales eran ingleses, los gastos de emisión y varias cuotas adelantadas, llegaron a Buenos Aires sólo 570.000 libras, la mayoría en letras de cambio sobre casas comerciales británicas en Buenos Aires propiedad de los gestores del empréstito. Pero la deuda se asumía por el total: 1 millón de libras.

El dinero del empréstito, por diversas circunstancias, no se destinó a la construcción de obras públicas como había sido previsto. Se dilapidó en gastos improductivos. Para 1904, cuando se terminó de pagar el crédito, la Argentina había abonado a la Casa Baring Brothers la suma de 23.734.766 pesos fuertes.

Todas las tierras públicas de la provincia quedaron hipotecadas como garantía del empréstito. Rivadavia decidió entonces aplicar el sistema de «enfiteusis» por el cual los productores rurales podrían ocupar y hacer producir las tierras públicas, no como propietarios sino como arrendatarios.

El monto del canon que debían pagar al Estado lo fijaban los mismos arrendatarios de manera que terminó siendo insignificante.

Los grandes propietarios aprovecharon el sistema de enfiteusis para acaparar enormes extensiones de tierra con el desembolso mínimo que les permitía la ley.

La Ley Fundamental promulgada en 1825, daba a las provincias la posibilidad de regirse interinamente por sus propias instituciones hasta la promulgación de la Constitución, que será  ofrecida a su consideración y no será  promulgada ni establecida hasta que haya sido aceptada.

Este promisorio comienzo sufrirá sus primera  grietas el 6 de febrero de 1826 con la creación del cargo de Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los defensores del proyecto pretendieron utilizar la situación de guerra con el Brasil, para transformar en permanente el cargo provisorio que había sido delegado en el gobierno de Buenos Aires.

El candidato elegido fue Bernardino Rivadavia, lo que molestó aún más a las provincias puesto que representaba a la tendencia unitaria.

La Ley de Capital del Estado, proyecto presentado por el nuevo presidente y aprobado de inmediato, le hizo perder a Rivadavia también el apoyo de los porteños.

La ciudad de Buenos Aires quedaba bajo la autoridad nacional, hasta que ésta organizara una provincia. La provincia había desaparecido, contraviniéndose así lo expresado por la Ley fundamental de 1825.

Se terminó  por aprobar en diciembre de 1826 una Constitución que, si no fuera por su declarado republicanismo, coincide  en cuanto a su tendencia centralizadora con la de 1819 y, como aquella, provoca  la airada repulsa de los caudillos y los pueblos.

Así fracasó este nuevo intento de organizar al país. Rivadavia renunció en junio de 1827.

Pocos días después el poder nacional quedaba disuelto cobrando nuevos impulsos la guerra civil y las autonomías provinciales.

Rivadavia se retiró definitivamente de la vida pública. En 1829 parte hacia Francia, dejando a su familia en Buenos Aires. En Paría vuelve a su oficio de traductor. Pasan por sus manos «La Democracia en América» de Tocqueville; «Los viajes» y «El arte de criar gusanos de seda» de Dándolo. En 1834 decide regresar a Buenos Aires. Pero el gobierno de Viamonte le impide desembarcar. Su mujer y su hijo Martín, que lo esperaban en el puerto, suben al barco y se suman al exilio de Rivadavia. Los hijos mayores, Benito y Bernardino, tienen otros planes: se han sumado a la causa federal y están luchando para que Juan Manuel de Rosas asuma definitivamente el poder.

Los Rivadavia se instalan primero en Colonia y luego pasan a Brasil. Allí, tras un accidente doméstico, murió Juanita del Pino en diciembre de 1841. Martín volvió a Buenos Aires a unirse a sus hermanos y Rivadavia decidió a fines de 1842 partir hacia Cádiz, donde se instaló junto a dos sobrinas, en una modesta casa del barrio de la Constitución. Tenía sesenta y cinco años cuando hizo modificar su testamento al advertir que sus sobrinas le estaban robando la poca plata labrada que le quedaba. El 2 de septiembre de 1845, pocos días después de este episodio, murió pidiendo que su cuerpo «no volviera jamás a Buenos Aires». Sin embargo sus restos fueron repatriados en 1857 y desde 1932 descansan en el mausoleo levantado en su honor en Plaza Miserere.